En el Corán, Dios nos dice que uno de los principales beneficios espirituales del sacrificio animal ritual es la conciencia de Dios. “Los camellos y el ganado los hemos hecho parte de los símbolos de la adoración a Dios, en los cuales hay mucho bien para ustedes. Así que mencionen el nombre de Dios sobre ellos cuando estén alineados para el sacrificio. Una vez que hayan caído sin vida sobre sus costados, pueden comer de su carne y alimentar a los necesitados —a los que no piden y a los que sí lo hacen—. Así los hemos sometido a ustedes, para que sean agradecidos. Ni su carne ni su sangre llegan a Dios. Lo que llega a Él es su piedad. Así los hemos sometido a ustedes para que proclamen la grandeza de Dios por haberlos guiado. Da buenas noticias a los que hacen el bien.” [22:36-37]
Estos pasajes muestran que, como musulmanes, cuando adoramos a Dios, Él no se beneficia de nuestra adoración, ni la necesita. En cambio, somos nosotros quienes nos beneficiamos a través de la recompensa que obtenemos y otras bendiciones de Dios sobre nosotros. Cuando realizamos las devociones rituales diarias prescritas, ayunamos, damos caridad, hacemos la peregrinación o llevamos a cabo cualquier otra buena acción, Dios no obtiene nada de ello. El reino de Dios no aumenta con nuestra adoración, ni disminuye si no lo adoramos. Dios está libre de toda necesidad y deseo.
En el ejemplo del sacrificio animal ritual, los beneficiarios somos nosotros. Al recordar la bendición de Dios, reconocemos los muchos beneficios de los animales permitidos, que se crían y se usan para la agricultura, los viajes, el transporte de cargas, así como para alimento y bebida, en forma de carne y leche. Para muchas personas, la carne es un lujo que pocos disfrutan con
regularidad. Para quienes tienen la fortuna de poder consumir carne cuando lo deseen, la responsabilidad es aún mayor.
Se nos enseña a mencionar el nombre de Dios antes del sacrificio animal ritual, agradecerle por esta bendición y luego beneficiarnos de la carne. Otra muestra de conciencia de Dios es cómo se nos anima a usar parte de esa carne para alimentar a los pobres y necesitados a nuestro alrededor, si podemos. Debemos reconocer que hay quienes son menos afortunados que nosotros y que quizás no puedan costear carne para comer con regularidad.
Dios nos dice que ni la sangre ni la carne del sacrificio animal ritual llegan a Él. La sangre se deja escurrir, y la carne la comemos nosotros y quienes la comparten con nosotros. ¿Qué observa Dios en este y otros actos de devoción? Nuestra muestra de piedad y conciencia de Él. Es que hemos cumplido con Sus leyes, mantenido Sus mandatos y seguido las legislaciones que Él nos ha establecido.
Los árabes paganos en tiempos del mensajero Muhammad también tenían una forma de sacrificio animal ritual. Sin embargo, dedicaban sus ofrendas a sus ídolos, dejaban la carne en sus altares hasta que se pudría y no permitían que ni siquiera los pobres comieran de ella. El islam vino a corregir esas prácticas desviadas y equivocadas. Enseña que cuando uno ofrece el
sacrificio animal ritual, debe hacerlo para agradar a Dios y únicamente en Su nombre. El beneficio se encuentra en nuestras vidas y en ayudar a quienes nos rodean. Debemos mencionar el nombre de Dios y glorificarlo justo antes del acto de sacrificio. Recordamos las muchas bendiciones de Dios, buscamos Su recompensa y recordamos Su guía que nos permite adorarlo solo a Él.